Cita a ciegas


- Hoy es el gran día.- Pensó nada más que escuchó el sonido del despertador.

Hace más o menos quince días, aburrido, le dio por entrar en un chat, dando la casualidad que conoció a una mujer. Tras dos semanas de correos electrónicos, por fin habían quedado. Era un poco mayor que él.  Contaba 32 primaveras por las 29 de Marcos. Era, por las fotos que habían intercambiado, una mujer alta (alrededor de 1.80), pelirroja, de piel fina y un bello cuerpo. Marcos no podía creérselo. Parecía que le había tocado la lotería. Aunque si hubiese reflexionado acerca de el nombre que esa chica utilizaba en el chat, quizá, sólo quizá, se habría planteado acudir a la cita.

-Galilea, que fortuna la miaaa.- Canturreaba Marcos mientras se duchaba. No conocía el nombre de aquella chica, pero hoy lo iba a conocer y lo más importante, la iba conocer a ella. Estaba radiante. Salió de casa canturreando todavía a Sergio Dalma.

 Tiene un nuevo correo electrónico. Fue lo primero que comprobó cuando llegó a la oficina. ¡¡¡Y era de su chica!!! Básicamente era un correo para confirmar la cita de la tarde. Marcos contestó nada más que termino de leerlo. Habían quedado en la casa de ella. Había prometido hacerle una cena excelente, de chuparse los dedos dijo. Sólo quedaban 8 horas para la cita. ¡Que despacio pasaban las horas!

Salió del trabajo casi corriendo. Al llegar a casa lo primero que hizo fue llamar para pedir una pizza. Mientras venía la pizza se duchó y se afeitó.

-No hay nada mejor que una pizza para calmar los nervios antes de una cita.- Pensaba mientras pagaba al repartidor. Se comió hasta los bordes y no se comió la caja de casualidad. A pesar de los nervios, estaba muerto de hambre, además se imagino que la cena iba a ser ligera, por lo que se sentó en el sofá a comer chocolate con pan.

 

Se despertó sobresaltado. ¡¡Se había quedado dormido!! Eran las 6 y media, todavía tenía tiempo, pero iba justito. Se levantó de un salto y fue con paso rápido a la habitación. 30 minutos después se montaba en el coche hecho un pincel. Puso la dirección en el GPS, arrancó el coche y salió de la plaza de aparcamiento maniobrando.

Había llegado 5 minutos antes de las 8. Iba contento, no le hubiese gustado llegar tarde. Se acercó hasta el portal y tanteó los botones hasta que encontró el que buscaba. Respiro profundamente antes de llamar y lo hizo. Una voz suave contestó.

- ¿Quién es?-

-Hola, soy Drako.-

- Ah, hola Drako, que bien que hayas llegado ya. Sube.

Y ella le abrió la puerta.

 

A pesar de haber ascensor, decidió subir andando. Era un segundo, por lo que no se iba a cansar y así aprovechaba para tomarse el último momento de reflexión.

 

Cuando llegó al segundo piso vio a la mujer que había visto en las fotos. Sin duda, en persona ganaba mucho, era un sueño hecho realidad. Después de sus últimas malas experiencias en lo que a mujeres se refería, se merecía algo de suerte.

 

-Hola Drako.- Dijo la mujer pelirroja acercando la cara a Marcos en ademán de darle 2 besos.

-Hola Mantis, puedes llamarme Marcos.- Dijo este dándole los besos.

- Ok, a mi puedes llamarme… Mantis.-

Aunque a Marcos no le había gustado el detalle de que ella no le dijese su nombre, en cuanto ella le dijo que pasase con una sonrisa, se le olvidó todo.

 

Mantis le ofreció una copa que Marcos aceptó mientras tomaba sitió en el sofá del salón.

- Tienes un piso precioso.- A pesar de haber levantado la voz, Marcos no tenía claro que le hubiese oído.

Mantis apareció con una copa de pacharán con hielo.

-Gracias. Me ha llevado muchos años tenerlo así. Estoy orgullosa de mi casa.- Dijo sonriendo. Cada vez que lo hacía, Marcos se quedaba embobado. Era la mujer mas bonita que había conocido nunca, ¡¡Y había quedado con él!! La verdad es, que en una parte de su ser, temía que le engañasen. Ahora que estaba sentado en ese sofá se disiparon esas dudas.

 

-Dame un  minuto, voy a ponerme más cómoda. ¿Tienes hambre?

-Bueno, digamos que no me importaría comer.-

-Todavía vamos a tener que esperar una media hora, Hay unos frutos secos encima de  la mesa, si quieres ir picando algo.- Le daría igual que le dijese eso o que le dijese que era una asesina en serie. Su sonrisa le tenía atrapado.

- ¿Vale Marcos?- Parecía que ella se había dado cuenta. Había levantado la voz.

-Vale, no te preocupes, vete a cambiarte. Te espero   aquí con los cacahuetes.- Esta vez era él el que sonreía.

 

Mientras esperaba a Mantis cumplió su promesa de los cacahuetes. Le volvían loco los frutos secos. Eran su debilidad, aunque ahora era más vulnerable a la sonrisa de Mantis que a los frutos secos, sin duda.

 

- Marcos, ven porfa, ayúdame.- Le sorprendió escuchar eso.  Estaba concentrado comiéndose un puñado de quicos. Se levantó metiéndose los últimos que le quedaban en la boca. Los masticó rápidamente. No quería ir en ayuda de su princesa con la boca llena de maíz. Este pensamiento le hizo sonreír. Estaba realmente contento. Cuando llegó hasta la habitación de la que provenía la voz, se quedó petrificado. Allí estaba Mantis, desnuda, tumbada en la cama. Su cuerpo era aún más espectacular desnudo. Era, simplemente, perfecta.

 

-Ven aquí Marquitos, mmm, poséeme.-

 

Marcos se acercó lentamente hasta la cama y comenzó a acariciar lentamente el cuerpo de Mantis. Estaba realmente excitado.

-Vamos a jugar cariño, mmm.-   Dijo la belleza pelirroja mientras se levantaba. Abrió la puerta del armario y sacó un par de esposas.

-Túmbate pequeño.-  Marcos accedió al instante. Mantis le colocó las esposas. A partir de ese momento, los recuerdos eran confusos. Sólo recordaba fotogramas sueltos.

 

Cuando recupero la consciencia, seguía esposado. Le dolían las muñecas. No se sentía las manos. Por ahora prefería no mirarse, tenía bastante con recuperar la consciencia del todo.

Cuando ya se notó estable, intentó ahuecarse un poco las muñecas de las esposas. Un latigazo de dolor le recorrió los dos brazos volviendo a hacer peligrar su consciencia. Giró la cabeza y descubrió algo que, seguramente, le dejaría marcado para siempre. Le faltaban todos los dedos de la mano. Los cortes estaban al aire, pero no parecían sangrar. Volvió la cabeza para mirarse la otra mano esperándose lo peor y se lo encontró. Tampoco tenía ningún dedo en la otra mano. Soltó un chillido agudo. Las lágrimas comenzaron a resbalar por su rostro. Estaba asustado, muy asustado. Había perdido todos los dedos de las manos y tenía, visto lo visto, muy pocas esperanzas de salir de allí vivo.

 

Mantis entro en la habitación. Llevaba una jeringuilla en la mano.

-Que estas haciendo pu…- No pudo terminar la frase. Le había clavado la jeringuilla y el calmante hizo un efecto instantáneo.

 

Se despertó sobresaltado. Estuvo a punto de caerse de la silla en la que estaba atado. Delante, tenía la mesa preparada para la cena.  Las cuerdas le hacían daño. Estaba atado extremadamente fuerte. Era imposible escapar. Otra vez apareció la esbelta figura de Mantis, pero esta vez, en vez de calmante, llevaba en las manos una bandeja con comida. La dejó encima de la mesa. Marcos se quedó aterrado cuando descubrió que en la bandeja estaban sus dedos. La uña había sido retirada cuidadosamente. Su aspecto se parecía de forma macabra, a una salchicha.

El hecho de que fuesen sus dedos, le aterro, pero rozó la locura al ver que había 20 dedos. Se miró los pies. Las manos le dolían tanto que no se había dado cuenta del estado de sus pies. Todos los dedos amputados.

-Ya te dije que ibas a chuparte los dedos.- Y mientras decía eso, cogió uno de los dedos. Al terminar, se lo echó a la boca. Las nauseas se apoderaron de Marcos. No podía hablar, estaba atenazado por el miedo y el dolor. Mantis cogió otro dedo y lo acerco a la boca de Marcos. Este se resistió. La pelirroja le sujetó la cabeza con una fuerza superior a la que aparentaba podía tener. Quizá fuese que Marcos estaba con las fuerzas bajo mínimos. Con la cabeza sujeta, le fue más fácil meterle el dedo en la boca. Marcos lo escupió. Mantis le soltó una bofetada.

-Me ha costado mucho trabajo hacer la cena, no la escupas.- Y cogió rápidamente otro y lo metió en la boca de Marcos, que todavía estaba aturdido. Volvió a escupirlo inmediatamente. Esta vez le soltó un puñetazo. Al recibir el golpe, Marcos, estuvo a punto de volver a quedarse inconsciente.

-Estoy hasta los huevos.- Pensó. –Si tengo que morir, que sea ya.-Mantis que estaba frotándose la mano que había utilizado para darle el puñetazo, tropezó hacia detrás cuando Marcos, con su último aliento se abalanzó sobre ella. No llevaba mucha fuerza, lo único que hizo fue volcar la silla, pero fue suficiente para sorprender a Mantis. Después de eso, la  oscuridad. Al volcar la silla se golpeó la cabeza contra el suelo. Lo único que sintió fue el calor del hilillo de sangre que empezaba a brotar de su cabeza.

Abrió los ojos. Luz, mucha luz. Estaba tumbado, no estaba atado. Poco a poco iba recuperando la visión. Rápidamente descubrió donde estaba. Se encontraba en el hospital. Había sobrevivido. Un súbito golpe de alegría le poseyó, pero un pinchazo en el costado le devolvió a la realidad. Un medico se acercó corriendo, gritando.

-¡Se ha despertado!-.

 

 

 Publicado en relatos-cortos.com

 

 

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